martes, 3 de febrero de 2015

El vuelo del botafumeiro

El nuevo año amaneció con un nuevo récord en la comarca: 237 810. Este es el número de peregrinos que han visitado Santiago y han conseguido la Compostela. Casi doscientas treinta y ocho mil personas que han decidido hacer caminando, en bicicleta o a caballo el camino de Santiago. Cada uno tendrá una motivación diferente para hacerlo. Cada uno habrá sentido algo distinto al terminarlo. Pero seguro que todos los que hayan visto el vuelo del botafumeiro se habrán quedado sorprendidos y asombrados. Quizá tanto como los visitantes de la Feria Internacional del Turismo de Madrid, en donde la representación gallega ha llevado unas gafas para poder ver su majestuoso vuelo, pero de forma virtual.



El botafumeiro es un caso casi único en el mundo. Hoy, gracias al ingeniero estradense Juan Ramón SanmartínLosada, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid, sabemos mucho más sobre su física. Realmente, en la Catedral de Santiago existen dos. Uno de latón plateado del siglo XIX, y otro en plata, reproducción de 1971. El primero pesa 53 kilogramos y se cuelga de un soporte que está 20 metros por encima. Este soporte es una parte fundamental de la magia de su vuelo. Consta de un eje en donde existen dos tambores por donde pasa la cuerda que lo sujeta. Del más grande, con 58 centímetros de diámetro, cuelga directamente el botafumeiro. Esta continúa hasta llegar al segundo, con solo 29 centímetros, y baja de nuevo hasta donde están los tiraboleiros. Estos son un equipo de 6 a 8 personas que en cada paso del botafumeiro por su posición, tiran de él. Ellos bajan aproximadamente un metro y medio, pero la estructura de los tambores que comparten el eje de giro, hace que el incensario suba tres metros. Es por tanto un mecanismo multiplicador. Inmediatamente después, cuando alcanza el punto más alto de su movimiento y está casi parado en el aire, vuelven a su posición. En cada tirón, le añaden energía al sistema, que va incrementando poco a poco la amplitud de la oscilación, ganando en velocidad y en altura. El mecanismo se asemeja al de un columpio en donde los padres o madres empujan a sus hijos para que se balanceen como un péndulo, adelante y atrás.

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Pero en el caso del botafumeiro hay todavía más física. Debido a su configuración, la amplitud máxima de su movimiento no puede pasar de 82 grados, llegando a alcanzar los 68 kilómetros por hora cuando pasa al lado de los tiraboleiros. Por muy poco no rompe la bóveda de la catedral. Se salva gracias a que la resistencia del aire limita la amplitud que puede alcanzar este movimiento pendular.

Hoy conocemos bastante bien la física de nuestro singular incensario. Esta nos da también una pista de porqué es único. Las catedrales se construyeron cada vez más altas y como consecuencia, para hacer volar un botafumeiro que llegara casi hasta el techo, tendría que pesar muchísimo más y tener un número de operarios mucho más grande.


Nosotros ahora podríamos diseñar un botafumeiro a medida de cada sitio, pero el de Santiago fue diseñado y construido mucho antes de que se conociera en detalle la física del péndulo más sencillo. ¡Casi 400 años antes de los estudios sobre el movimiento del péndulo de Galileo! No sabemos exactamente como se construyó, pero está claro que ha tenido que ser fruto de muchos años de observación y mejora continua en el “laboratorio”. Avanzando paso a paso.  Como decía Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.


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