Publicado en Lindeiros de abril de 2014
Ramón María Aller Ulloa fue un astrónomo, matemático y
sacerdote al que le debemos el primer observatorio astronómico de Galicia en su
tierra natal: Lalín. Creado y financiado con sus propios medios, este fue el
germen del existente ahora en la Universidad de Santiago de Compostela, a donde
trasladó su instrumental y biblioteca y que empezó a funcionar en 1943. Este
centro, además de la actividad astronómica, también realiza observaciones del
tiempo atmosférico. Gracias a ellas, pudimos conocer que hemos tenido 75 días seguidos con lluvia. Días casi sin sol. Menos mal que marzo nos ha dejado un
respiro, apareciendo nuestro querido, deseado y necesario Sol.
El Sol es una estrella más del Universo que estudiaba Don
Ramón. La Tierra gira alrededor de él a una distancia media que nos parece
asombrosa, pero que es extremadamente pequeña en el Universo: 150 millones de
kilómetros. Esta distancia es equivalente a dar 3750 vueltas alrededor de la
Tierra. A pesar de la distancia, la luz que emite solo necesita algo más de 8
minutos en llegar hasta nosotros. Pero es imprescindible para la vida, ya que
aporta la energía necesaria para mantenerla en la Tierra. La luz, por tanto,
transporta la energía generada en el Sol hasta nuestro planeta. Pero, ¿de dónde
sale esa energía? Cuando era pequeño e ingenuo, creía que el Sol era como una
gran hoguera y, por tanto, necesitaba enormes cantidades de oxígeno. Estaba muy
equivocado, ya que el Sol no nos ilumina gracias a las reacciones químicas como
las que ocurren en una hoguera, sino a través de las reacciones nucleares.
Aunque el proceso completo es algo más complejo, la energía que nos llega se
genera a través de la unión de cuatro protones (los núcleos del hidrógeno).
Cuando se juntan en el interior del Sol para generar helio, el resultado final
es que la masa inicial y final difieren en casi un uno por ciento. ¿Qué ha
pasado con esa masa perdida? La respuesta nos la da la ecuación más famosa de
la Física y que debemos a otro gran
personaje de la historia: el profesor Albert Einstein. Explica que la masa
perdida se convierte en energía. Aunque las ecuaciones siempre son barreras
para la divulgación científica, su simplicidad y belleza hacen que merezca aparecer:
E= m c2
E es la energía generada; m la masa perdida. C
es el valor de la velocidad de la luz (300 000 kilómetros por segundo). Es
decir, cada gramo de hidrógeno puede generar casi la energía que todos nosotros
consumimos durante un día en España.
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