miércoles, 1 de octubre de 2014

La larga escalera de caracol

Publicado en Lindeiros de octubre de 2014

Indiscutiblemente el final de la Vuelta Ciclista a España en Santiago de Compostela es el espectáculo más sobresaliente en la comarca de este pasado mes. Aunque terminó con una corta carrera individual contra el reloj, los aficionados a la bicicleta seguro que tiene  muy vivo el recuerdo del pelotón en las zonas llanas, siguiendo en grupo el camino trazado por el esforzado líder. Serpiente multicolor, como dicen los comentaristas de la tele. A mí me recuerdan a Amparo cuanto me cuidaba en mi ciudad natal, Lugo, y veíamos en el cielo las bandadas de pájaros. Ella me decía: “Están de celebración de boda”. En aquella época, siendo pequeño, me sentía asombrado por su comportamiento en grupo y las figuras que hacían en el limpio aire. Hoy estoy quizá más intrigado que asombrado por el comportamiento innato de muchos animales que nos rodean y, sobre todo, como profesional de las tecnologías de la información, cómo ese comportamiento se almacena y transmite de padres a hijos. ¿Se han preguntado alguna vez cómo una araña sabe que tiene que tejer una telaraña y cómo ha de ser esta? Este conocimiento no se enseña de padres a hijos, sino que es innato, es decir, esa información se transmite de generación en generación a través de nuestras células.

Aunque los detalles completos sobre cómo se transmite esa herencia probablemente estén todavía lejos de nuestro conocimiento actual, los candidatos para acumular la información necesaria son los cromosomas. En el caso de los humanos, tenemos 46 cromosomas (o 23 pares). Cada uno de los ellos es básicamente una larga molécula que, como casi todos sabemos, se denomina ADN (abreviatura del nombre científico ácido desoxirribonucleico).  Su forma la podemos asimilar a una escalera de caracol, en donde cada peldaño está formado, a su vez, por dos piezas que encajan entre sí. Cada una de ellas es la unión de un ácido de fósforo (ácido fosfórico), un azúcar (denominada desoxirribosa) y una de las cuatro bases fundamentales: timina, citosina, adenina o guanina. O en su representación más común T, C, A, G. El ácido fosfórico y el azúcar crean las barras exteriores de la escalera, uniéndose a otras piezas para hacer crecer el ADN a lo largo. Las bases, por el contrario, se juntan en parejas creando cada uno de los peldaños. Sin embargo, no se emparejan de cualquier forma. La guanina solo encaja con la citosina y la timina con la adenina.
Interpretación artística de la pintora gallega Margarita Cimadevila de la famosa foto 51 realizada por el equipo Rosalind Franklin, que permitió descubrir la estructura del ADN. Margarita coordina la asociación arSciencia  en donde  ciencia y arte se relacionan. Cortesía de la autora.


Un cromosoma se puede por tanto representar por una larga cadena de estas cuatro letras, en donde se acumula toda la información que se transmite de padres a hijos. En los humanos, la cadena más larga es la que corresponde al cromosoma 1, que tiene algo menos de 250 millones de letras. Si la comparáramos con una escalera real de caracol con peldaños de 20 centímetros de altura, esta tendría una longitud de ¡50 000 kilómetros!

¿Quieres saber más?


  • Un poco de historia del descubrimento del ADN hace más de 140 años.
  • El artículo de Watson y Crick sobre la estructura del ADN, en donde seguro que lo explican mejor que yo.
  • El premio nobel que recibieron Watson, Crick y Wilkins en 1962. Sus discursos, sobre todo el de Wilkins, son muy interesantes. Rosalind no pudo compartir el premio al haber muerto en 1958, aunque Wilkins le agradece su contribución.