Octubre de 2013 será recordado por la tormenta del espionaje
masivo de las comunicaciones por parte de los servicios de información
norteamericanos. Los líderes europeos gesticulan su sorpresa y manifiestan una
pérdida de confianza en la todavía gran potencia mundial. Si realmente están
sorprendidos por ello, es que son bastante ingenuos. Esperemos que el ruido
generado por esta tormenta sea tan intenso como un trueno y termine
protegiéndonos mejor a los ciudadanos. Por casualidad, este mes también ha
tenido sobre nuestras cabezas otro tipo de tormentas, atmosféricas y más
reales, con sus rayos y truenos.
El diccionario de la Real Academia Española define el rayo
como “chispa eléctrica de gran intensidad
producida por descarga entre dos nubes o entre una nube y la tierra”.
Efectivamente, un rayo es como una chispa como las que a veces saltan al
enchufar un aparato eléctrico o cuando nos sacamos una camiseta. Pero más
peligroso y espectacular.
Al formarse las negras nubes de tormenta, en su
parte inferior se acumula carga eléctrica negativa. Según se mueve la nube, la
superficie de la tierra adquiere una carga positiva allá por donde va pasando.
Generalmente, el aire intermedio evita que se cree la chispa. Cuando la
distancia entre el suelo y la nube no es
suficiente para mantener estas cargas separadas, desde la nube parte de las
cargas negativas bajan poco a poco, abriendo un camino zigzagueante (ver la
primera foto por la izquierda). El proceso es tan rápido que nosotros no somos
capaces de apreciarlo a simple vista, a menos que se utilicen cámaras
fotográficas de alta velocidad (en el blog está la secuencia completa
ralentizada). Cuando llegan al suelo
(foto 2), el camino que han recorrido es como un cable eléctrico que conecta a
este con la nube. Las cargas eléctricas negativas acumuladas en esta inician
una rapidísima carrera hacia la tierra, calentando al mismo tiempo el aire por
donde van pasando hasta temperaturas de más de 20.000 grados centígrados
(varias veces la temperatura de la superficie del Sol). Este calentamiento
genera la luz del relámpago que apreciamos. Lo más sorprendente es que su
luminosidad va creciendo en sentido opuesto al movimiento de las cargas
eléctricas. Es decir, desde la tierra hacia las nubes (fotos 3 y 4), hasta que
se dibuja en el cielo el rayo completo (fotos 5 y 6). Además de la luz, el
calor generado comprime el aire que está alrededor, creando las potentes ondas
sonoras que forman el trueno. Y como
diría Asterix, ¡por Tutatis, qué estruendo!
NOTAS:
Las imágenes anteriores son parte de la secuencia que te muestro aquí abajo, generada por la NOAA. Si sabes inglés, tienen un magnífico web sobre la ciencia que hay detrás de los rayos.
Imagen del rayo |